viernes, 8 de enero de 2010
viernes, 6 de junio de 2008
AMBIENTALMENTE CORRECTO!!!
EL JAPONES ES RELIGIOSO?
71.9% respondieron que no creen en ninguna religión sea budismo, shintoismo, cristianismo, etc.
59.1 % respondieron que no es necessario ser religioso para llevar una vida feliz.
Mirando así desde esos puntos pareciera que los japoneses son una banda de ateos (como se acostumbra pensar frecuentemente en el occidente), pero no es tanto así.
De los mismos entrevistados:
56.3% respondieron que creen en una fuerza natural superior a la comprensión humana.
53% respondieron que tras la muerte el alma va para otro lugar o reencarna.
La mayoría posee creencias y supersticiones como rezar en los templos, visitar las tumbas de los antepasados el día de los difuntos, orar en el templo el primer día del año, no realizan bodas el día de la muerte de Buda.
En verdad, la religiosidad del japones es latente, los antiguos japoneses creían que toda la nauraleza poseia alma; el mar, las montañas, los arboles (la base del shintoismo), que los occidentales consideran una religión atrasada en relación a su monoteismo (culto a un solo Dios) y no entienden la complejidad de la crencia japonesa, una mezcla de shintoismo, budismo, confucionismo (el culto a los padres y antepasados) y muchas mas otras creencias..
El miedo del japones moderno es que esta religiosidad sea usada para otros fines.
En la memoria reciente del japones, existe sobre la Guerra del Pacifico donde el gobierno de la época justificó el expansionismo japones en Asia bajo la fachada del shintoismo, usando la figura del emperador.
En el año 1995 hubo el asesinato masivo en el metro japones con gas sarin, hecho por la secta religiosa "Aum", considerado el crimen más horrible despues de la postguerra.
El caso escandaliso a la consciencia japonesa no solo por las muertes, tambien por la estructura jerárquica de la secta, una reproducción del "ejercito japones" de la 2da guerra, liderado por un carismatico lider, medio gurú espiritual, medio dictador.
Si el japones no toma cuidado, acaba repitiendo la historia.
En la politica actual japonesa uno de los partidos políticos "Koumeitou" (公明党) con 31 diputados en el parlamento es sostenido por la secta "Souka-gakkai", y posee un lobby muy fuerte en el area de educación y servicos sociales.
Cuando vemos tantos conflictos en el mundo provocados por motivos religiosos, el resultado de la "encuesta" tal vez haya mostrado que los japoneses sean uno de los pueblos más conscientes sobre los riesgos de una exacerbada creencia religiosa
martes, 21 de agosto de 2007
CRISTIANOS TATUADOS - EX-YAKUZAS
Suzuki, de 48 años, lideró una banda criminal de Osaka durante casi dos décadas. Fue encarcelado en tres ocasiones.
Este pastor protestante dedica ahora su tiempo a promocionar el cristianismo a través de una empresa que produce películas, edita libros, vende DVD y tiene su propio programa de televisión. La compañía, fundada por ocho antiguos mafiosos, genera grandes beneficios y ha permitido al grupo rehacer sus vidas sin tener que renunciar a una vida acomodada. Son la excepción.
Para la mayoría de yakuza la reinserción es un viaje lleno de penalidades. La crisis económica de los 90, en la que los beneficios del hampa también menguaron, llevó a cientos de mafiosos a buscar alternativas, pero muchos se dieron por vencidos y volvieron a sus familias pidiendo perdón y entregando uno de sus dedos.
Los programas de reinserción del Gobierno ayudaron a algunos de ellos, pero el atractivo de la nueva vida desaparecía rápidamente cuando veían que el coche deportivo, la mansión y el dinero fácil se convertían en un salario con el que apenas llegaban a fin de mes.
El Terremoto en Perú duró 3.30 minutos - 7,9 grados
El especialista señaló, en entrevista con el periodista peruano Jaime Bayly, que la costa de su país fue afectada por un sólo sismo, y no por dos, como señalaron diversas publicaciones y también el presidente peruano, Alan García.
lunes, 6 de agosto de 2007
HIROSHIMA - Testimonios de algunos sobrevivientes - HIBAKUSHA (被爆者)
La bomba atómica, que fue lanzada a las 08:15 en 1945, mató al menos 140.000 personas, cuyo sufrimiento continúa. Décadas después de Hiroshima, miles de personas siguen muriendo a consecuencia de efectos de la radiación nuclear, como leucemia o distintas formas de cáncer.
El 9 de agosto los estadounidenses lanzaron una segunda bomba sobre la ciudad de Nagasaki. Allí murieron unas 70.000 personas. Poco después Japón capituló. Actualmente el número total de víctimas alcanza las 242.000 personas.
Para asegurar que nadie sufra como ellos, los hibakusha (被爆者) (sobrevivientes de la bomba atómica) continuan hablando de sus experiencias que preferirían olvidar, su total deseo es impedir un tercer uso de armas nucleares.
Quisera mostrarles los testimonios de algunos sobrevivientes del bombardeo:
EIJI NAKANISHI
"Estaba en el salón de mi casa, con mis padres y mi hermana mayor, cuando estalló la bomba. Mi padre salió despedido al patio y el edificio se derrumbó por completo. Mi hermana me sacó de entre los escombros; aparecí llorando y cubierto de polvo. Tuvimos suerte porque todos salimos ilesos. En la casa de al lado vivían mis tíos y mi primo, que tenía mi edad. Mi tío quedó sepultado al destruirse su casa mientras gritaba a mi tía: ‘¡Sálvame! ¿Por qué no puedes salvarme?’. Pero ella ya no pudo hacer nada. Mi primo sobrevivió pero murió poco después, lo que dejó a mi tía un terrible sentimiento de culpa que la afectó durante toda su vida.
A todos los supervivientes nos dijeron que tarde o temprano íbamos a morir. Crecí pensando que no iba a hacerme mayor. Mis compañeros de colegio que no habían nacido cuando estalló la bomba querían ser deportistas, empresarios... Mientras que yo sólo soñaba con cumplir los 20 años. A los niños, la bomba nos robó nuestros sueños y nuestras esperanzas en la vida.
Después me enamoré de una chica y queríamos casarnos. Pero cuando sus padres se enteraron de que yo era un superviviente de Hiroshima, un hibakusha, se opusieron a la boda. Tenían miedo de que nuestros hijos naciesen con problemas. Por eso, lo primero que hice cuando nació el primero fue ir corriendo a ver si tenía todos los dedos. La bomba no nos ha dejado vivir libres, siempre nos ha perseguido, siempre ha estado en nuestra mente...
Ahora he venido a España, invitado por Greenpeace, como un paso más para ver cumplido mi sueño de morir con la alegría de que mi vida ha merecido la pena porque se ha conseguido la eliminación total de las armas nucleares. Porque los hibakusha sólo vivimos para eso, para pedir que no haya más Hiroshimas, más Nagasakis, no más bombas nucleares, no mas hibakushas...".
ETSUKO KANEMITSU
"‘¿Por qué han parado la alarma si todavía puedo ver el avión que nos ataca en el cielo?’, me pregunté cuando las sirenas dejaron de sonar sobre Hiroshima y el Enola Gay volaba sobre nosotros. Miré hacia arriba una vez más y una luz cegadora me quemó el rostro. Una gran fuerza me empujó varios metros y caí al suelo del patio del instituto donde estudiaba. Caí de frente y al levantarme pude comprobar que mi pecho y la parte delantera de mi cuerpo, salvo el rostro, estaban intactos. Pero toda la ropa había desaparecido de la parte trasera de mi cuerpo y la piel de mi espalda ya no estaba. Miré a mi alrededor y todo lo que hacía unos segundos estaba allí había desaparecido, incluidas las compañeras que formaban en el patio.
Me llevé las manos a la cabeza y no tenía cabello, sólo carne quemada. ¿Dónde estoy?, me pregunté. Sólo sobrevivimos cuatro de las 50 estudiantes que estábamos fuera de las aulas en el momento de la tremenda explosión. No recuerdo cómo llegué a casa.
Mi madre consiguió un médico, pero él dijo que no tenía muchas posibilidades de salir adelante con vida y que era mejor que se esforzara en otros heridos menos graves. Mi madre no quiso escucharle y le suplicó: ‘Póngale aceite en el rostro, es una chica y necesita que se la pueda mirar a la cara o no tendrá ningún futuro’. El dolor que sentía era insoportable y tardé varios meses en recuperarme. A mi hermana nunca la encontramos y fue dada por muerta.
Cuando tenía 27 años me casé con un hombre que también había sobrevivido a la bomba. Los dos hemos pasado estos 60 años con graves enfermedades, pero no somos fáciles de liquidar. Hemos desafiado a la muerte".
HIDEKO MUROTA
"Yo estaba en la escuela cuando una luz cegadora se coló por la ventana y todo saltó por los aires. Tras pasar varios días en un refugio, y después de que algunas personas trataran en vano de encontrar a alguien de mi familia con vida, los otros supervivientes se reunieron para decidir qué hacían conmigo. Mi padre había muerto años antes del ataque, mi madre falleció en casa cuando nuestra vivienda se derrumbó tras la bomba, a mi abuelo nunca lo hallaron —se encontraba a sólo 800 metros del epicentro— y mi única hermana seguía oficialmente en paradero desconocido.
Me enviaron a un orfanato para los niños que habían perdido a sus familias. Lloré mucho porque pensé que me había quedado sola en el mundo. Algunas semanas después, una familia me adoptó y me fui a vivir con ellos. No fue hasta un año después que mi hermana, la única persona de mi familia que había sobrevivido, logró encontrarme y llevarme con ella. Se convirtió en mi madre y mi amiga, trabajó para que pudiera seguir estudiando y vivimos juntas hasta que cumplió 53 años y un cáncer de pecho acabó con su vida.
Desde entonces he estado completamente sola. Nunca me casé: vivimos para cuidarnos la una a la otra porque no teníamos a nadie más. Hace dos años también me detectaron un cáncer de mama. Mi hora tenía que haber llegado ya. ¿Es éste el final? Todavía hoy las imágenes del 6 de agosto de 1945 me despiertan por las noches. Puedo ver el momento en el que una bola de fuego cayó sobre la escuela, puedo escuchar los gritos y ver los muertos como si el tiempo no hubiera pasado. Es como si una bomba atómica cayera cada día de mi vida".
HIROKO HATAKEYAMA
"Durante muchos años traté de ocultar que era una víctima del ataque nuclear; supongo que tenía miedo a ser rechazada. Ni siquiera mi hija lo supo hasta que la aparición de un cáncer y mis posteriores problemas de salud hicieron imposible esconder la verdad por más tiempo. Me casé y tuve una hija que nació completamente sana a pesar de mis temores. Nunca imaginé que el problema vendría más tarde, cuando nació mi primer nieto. Sufrió graves deformaciones y me sentí culpable. Después vino el segundo, también con problemas, y el mundo se derrumbó para mí. Los problemas psicológicos que sufrí provocaron mi divorcio.
El día que cayó la bomba me encontraba en el colegio de primaria Nagatsuka, situado en una zona relativamente poco afectada. Nuestra casa estaba situada en la autopista de salida de la ciudad y una muchedumbre trataba de huir por la carretera con el cuerpo abrasado, muchos de ellos completamente desnudos y sedientos. ‘Agua, agua’, pedían. Nuestra casa se llenó de heridos y muchos murieron en el salón. Por el día tratábamos a los afectados con aceite, intentando calmar sus quemaduras, y por la noche quemábamos los cadáveres de los muertos junto al río. Mi hermano llegó moribundo tres días después. Tenía la boca negra y la piel quemada. El dolor era tan intenso que no podíamos siquiera tocarle. Murió en brazos de mi madre y marchamos a enterrarlo cuando empezó a llover. No sabíamos que era lluvia radiactiva y durante días dejamos que nos mojara. El barrio no había sido golpeado directamente por la bomba, pero por alguna razón fue el más afectado por la ‘lluvia negra’ posterior. Y así fue como empezamos a enfermar".
TERUKO SUGA
"Era un día luminoso y había ido caminando a la Oficina de Correos, cerca del Ayuntamiento. Mi jornada acababa de empezar y me encontraba arreglando algunos papeles cuando de repente el edificio empezó a temblar. Los cristales saltaron por los aires y cuando miré hacia la calle por una ventana una luz muy brillante me cegó completamente. El resplandor se apagó enseguida y de repente todo era oscuridad. Eran las 8.15 de la mañana de un día soleado, pero estábamos envueltos en una noche cerrada. Pensé: ‘El Sol ha caído sobre nosotros’. Sólo se oían los gritos de auxilio. Nuestro edificio era el más resistente en el barrio y al salir a la calle comprobé que era el único que seguía en pie. Todo a mi alrededor había desaparecido y en mitad de las ruinas la gente caminaba con partes del cuerpo colgando y horribles quemaduras en sus cuerpos. A muchos no les quedaba un centímetro de piel. Parecían zombis.
La ciudad ardía a mi alrededor. Mis heridas eran leves. Llevaba cristales clavados en la espalda y magulladuras por todo el cuerpo. Fui de las pocas personas que, estando a tan escasa distancia del epicentro, logró salvarse. Encontré un refugio después de caminar varios kilómetros hacia el oeste. Avanzaba pisando cadáveres.
Durante todos estos años he sufrido de fatiga, pero ningún cáncer, afortunadamente. La bomba destrozó mi vida de una forma que nunca pude imaginar. El Gobierno me reconoció como un hibakusha (superviviente que se encontraba en la zona de máxima radiación) y me ayudó, pero jamás pude formar una familia. Pensaron que enfermaría y moriría pronto. Otros temían que pudiera tener hijos con deformaciones. Para mí, la bomba ha significado la soledad".
ATSUMU KUBO
"En tiempo de guerra, todo el mundo, incluidos los estudiantes, teníamos que trabajar en las fábricas estatales para ayudar en el tremendo esfuerzo bélico. A mí me destinaron en una planta de fabricación de armas. Había empezado a trabajar a las siete de la mañana y en el momento de la detonación estaba destapando la maquinaria que teníamos en el patio. La fábrica se derrumbó y quedé atrapado. Había sufrido quemaduras y no podía mover las extremidades. Vi unos puntos de luz entre los escombros y me arrastré hasta que pude encontrar una salida. La oscuridad no me permitía ver nada a mi alrededor, sólo escuchar los gritos de personas que se movían como fantasmas.
Empecé a caminar junto a otros dos supervivientes hacia la montaña Ogon, en las afueras de la ciudad, en un intento de alejarnos de los lugares más afectados por la radiactividad. Encontramos refugio en un cuartel que todavía mantenía uno de sus edificios en pie. Los heridos llegaban pero no había nadie para atenderlos ni medicinas y gritaban de dolor hasta que morían. Alguien trató de quitarme la camisa quemada, pero al hacerlo la piel se pegó a ella y mi brazo quedó en carne viva. Me pusieron aceite —era lo único que había— y hasta dos días más tarde no me pudo ver ningún médico.
Cuando llegaron los soldados norteamericanos, instalaron hospitales de campaña, pero muy pronto descubrimos que no habían venido a tratar nuestras heridas, sino a estudiarlas. Querían saber qué efectos habían provocado con su bomba nuclear y nos convertimos en sus cobayas humanas. Recuerdo la humillación de aquella situación como si el tiempo se hubiera detenido, todavía puedo sentirla".
YASUHIKO TAKETA
"Estaba esperando la llegada del tren en el andén de la estación de Yano cuando sentí que mis órganos internos empezaban a temblar y estaban a punto de explotar. El cielo pasó del color azul al amarillo y después al rojo. Una inmensa columna de fuego atravesaba el horizonte envuelta en una gigantesca nube en forma de hongo. Era una imagen terrible, pero a la vez de una belleza indescriptible. Desde entonces he pintado mil veces esa escena (muestra mientras habla una de las pinturas que acaba de presentar en una exposición en Nueva York) porque no puedo quitármela de la cabeza.
Un soldado me prestó unos prismáticos y fue entonces cuando me di cuenta de que bajo ese monstruo de fuego Hiroshima ardía con toda su población. No sabíamos lo que había pasado, pero minutos después empezaron a llegar personas completamente quemadas y desfiguradas que se protegían el rostro con las manos para que los ojos no se les salieran de las órbitas. Una de ellas se paró frente a mí y me llamó por mi nombre, pidiéndome agua a gritos, pero su cabeza se había hinchado y tenía tres veces el tamaño normal. Estaba irreconocible. Sólo supe que era mi mejor amiga cuando me dijo su nombre.
Pensé en volver a casa cuanto antes para comprobar si mi familia seguía bien. El tren nunca llegó a la estación. Caminé hasta llegar a casa y me encontré a mi madre entre las ruinas de lo que fue nuestro hogar. Mi hermano yacía en la cama, completamente quemado. Gritaba: ‘Mamá, ayúdame’. Mi madre empezó a quitarle la ropa entre lágrimas y la piel se desprendía como un adhesivo, dejando su cuerpo en carne viva. Murió después de tres días de agonía".
KAZUKO TARUI
"El día que cayó la bomba nuclear me encontraba feliz. Días antes había encontrado un trabajo como enfermera en la consulta de un dentista y había empezado a realizarle una limpieza dental al primer cliente de la mañana. Escuché un gran estruendo y bajé rápidamente las escaleras. Abrí la puerta del portal y no recuerdo nada de lo que pasó en los siguientes 20 minutos. Cuando recuperé la consciencia sólo veía gente desfigurada y con partes del cuerpo desgarradas, caminando sin rumbo por la calle.
Me presenté en el Hospital de la Prefectura, donde había estudiado Enfermería, y empecé a asistir a los heridos. No teníamos suficiente sitio para poner a los muertos que llegaban en los camiones del Ejército y mi cometido durante los primeros 10 días se limitó a rociar los cuerpos con gasolina y quemarlos para evitar enfermedades y la propagación de epidemias. La inhalación de los humos me ha provocado desde entonces molestos problemas respiratorios. Los pocos ratos libres los aprovechábamos para ir a buscar agua. Dos meses después, exhausta, caí enferma y me dejaron marchar a mi pueblo natal, a 70 kilómetros de Hiroshima.
Un año después me volvieron a llamar y me reincorporé al hospital para ayudar a las víctimas. He vivido, día a día, hasta mi jubilación, el horror de lo que ocurrió, atendiendo a quienes iban enfermando con cánceres terribles, viendo nacer a niños con malformaciones y reviviéndolo todo como una pesadilla sin fin. Mi vida ha sido la bomba nuclear. Tuve pretendientes, pero siempre temí darles hijos que no fueran sanos. Quiero que la gente sepa que la bomba sólo fue el comienzo de la desgracia para miles de japoneses y que después vino una larga agonía".
TOYOHIKO KUWABARA
"Los días empezaban en la fábrica con un discurso del director para alentarnos a trabajar sin descanso por la patria y la empresa. Nos acabábamos de incorporar a nuestros puestos cuando el edificio saltó por los aires. Yo me encontraba tras una cadena de coches que me protegieron, pero casi todos mis compañeros murieron en el acto. En las prácticas de emergencia nos habían entrenado para ir al refugio más próximo, que se encontraba a 50 metros. La destrucción total y la oscuridad hacían imposible encontrarlo, así que comencé a gatear para tratar de buscar la entrada. Mientras me escurría por el suelo sentí que avanzaba sobre un terreno lleno de obstáculos: eran los cuerpos de los fallecidos que cubrían la calle.
Cuando llegué al refugio había tanta gente que no podía entrar, así que escapé por la carretera con un grupo de personas que también huía. Todos aseguraban que iba a caer otra bomba y tenía mucho miedo. Mi padre se encontraba cerca del edificio del Ayuntamiento y nunca volvimos a verlo, a pesar de que mi madre y yo lo buscamos por todos los hospitales y los refugios de la ciudad. Un año después se presentaron en casa dos señores del Gobierno con una urna que tenía en su interior algunos huesos. Dijeron: ‘Éste es tu padre’.
Los primeros años de la posguerra fueron de mera supervivencia. Faltaba comida y agua y todos los días morían muchas personas. Empezamos a construir casas sencillas con escombros y poco a poco las fuimos mejorando. Sabíamos que había que empezar de cero y trabajamos juntos para reconstruir la ciudad. Nadie pensó en sí mismo, sino en Hiroshima. Por eso hoy tenemos una ciudad mucho mejor".
hiroshima nagasaki japon holocausto bomba+atomica
martes, 24 de julio de 2007
El Shinkansen N700 - Nuevo tren bala
El Shinkansen simboliza en Japón la fuerza tecnológica que tiene este país, sin haber sufrido nunca un accidente mortal durante estas cuatro décadas cuando la velocidad era un concepto lejano en Europa y EEUU.
Esta nueva serie N700, actualiza a la antigua serie 700 en muchos aspectos como el ahorro de energía hasta en un 20 por ciento, mas silencioso, limpio, mas ecológico, mas ligero, mejores servicios a bordo y ofrece conexion a internet en el asiento de cada pasajero.
El agresivo diseño de la cara del tren, en forma de pico de pato, responde, según los responsables del proyecto, a la eficiencia en el consumo de energía y a la aerodinámica pues aseguran que, a pesar de su atractivo, durante el proceso de creación no se ha tenido en mente la belleza.
Pero, además de por su alta velocidad, el Shinkansen es famoso por su puntualidad, llega al extremo de que de entre los pocos trenes que se retrasan, la demora media es menor de un minuto.
SHINKANSEN N700
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lunes, 23 de julio de 2007
Hikikomori ひきこもり - 引き篭り- Apartados de la sociedad
Entrevista a un hikikomori
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La palabra “hikikomori” ひきこもり o 引き篭り, es un problema sociológico grave que afecta a una parte importante de los jovenes japoneses, se les puede denominar como los apartados socialmente.
Calculos realizados recientemente es muy posible que haya un millón de hikikomoris en Japón, es decir, un adolescente de cada doce sufre de “hikikomori”. La mayoría de ellos son varones, y muchos son también hijos únicos.
Son jóvenes adolescentes que se ven abrumados por la exigente sociedad japonesa, generalmente a nivel academico y, que se sienten incapaces de cumplir lo que la sociedad espera de ellos, reaccionando por ello con un aislamiento social. Los hikikomori a menudo rehúsan abandonar la casa de sus padres y puede que se encierren en una habitación durante meses o incluso años.
Tener un “hikikomori” en la familia normalmente es considerado un problema interno de esta, y muchos padres esperan mucho tiempo antes de buscar una terapia psicológica. Además, en Japón la educación del adolescente corre a cargo de la madre, por tradición, y puede que el padre deje todo el problema del “hikikomori” a la madre, la cual se vuelve sobreprotectora con su hijo.
En un principio, la mayoría de los padres se limitan a esperar que el joven supere sus problemas y regrese a la sociedad por su propia voluntad. Lo ven como una fase que el adolescente ha de superar. Además, muchos padres no saben qué hacer con un hikikomori, y simplemente “esperan” debido a la falta de otras opciones. Normalmente no se fuerza (o se tarda mucho en hacerlo) de forma radical al adolescente para que vuelva a integrarse a la sociedad.
Para estos adolescentes es normal que no exista lugar más seguro que las cuatro paredes de su habitación, lugar donde nadie puede atacarle, ante esa situación de gran tensión social y emocional lo mas fácil es encerrarse y dejar pasar los años.
Casi sin contacto con el mundo existente más allá de la puerta de sus habitaciones, pasan semanas, meses e incluso años sin ver a padres y hermanos, que les dejan los alimentos en la puerta para poder al menos subsistir, renunciando a los estudios, durmiendo durante el día y pasando la noche escuchando música, navegando por Internet, jugando a videojuegos. Sin lavarse, y almacenando basura durante meses.
La mayoría de estos adolescentes deciden encerrarse en sus habitaciones depues de tener un desengaño amoroso o tener bajo rendimiento academico, lo que empieza como una simple manera de escapar de esos problemas se convierte en años de reclusión voluntaria.
Dentro del trastorno hay diferentes variantes: algunos salen por la noche pero rehuyen la compañía y la conversación, otros al sentir presión por sus padres para hablar o salir del cuarto se ponen violentos o amenazan con el suicidio, otros hablan un poco con la familia. Los afectados por el hikikomori están entre 1 y 5 años en sus habitaciones.
Hay diferentes opiniones sobre el tratamiento que debe seguir un hikikomori, y las opiniones a menudo se dividen en un punto de vista japonés y otro occidental. Los expertos japoneses normalmente sugieren esperar hasta que el hikikomori se reincorpore a la sociedad por su propia voluntad, mientras que los médicos occidentales piensan que hay que forzarlo si es necesario. En cualquier caso es necesaria una ayuda psicológica, ya que muchos padres se ven abrumados por los problemas de un hikikomori.
Según diversos sociólogos, existen dos causas esenciales, el horario laboral de los padres, que impide cualquier normal comunicación con sus hijos, y la enorme competitividad escolar, (como en cualquier lugar y familia, los progenitores siempre pretenden que sus retoños les superen alcanzando un mejor nivel de vida).
Durante los últimos años Japón posee la mayor tasa de suicidios del mundo. El ritual del hara-kiri o seppuku se sigue usando, pero los métodos más frecuentes son saltar desde edificios o arrojarse a trenes en marcha. Los sociólogos atribuyen esta alta incidencia al paro creciente, a una cultura que glorifica el suicidio, y a niveles demasiado altos de competitividad en la sociedad. Hasta cuando…?
Todo ello es un buen caldo de cultivo para que la ligera línea de equilibrio de la mente humana se haya roto por uno de sus puntos más débiles, la comunicación, o mejor dicho su carencia
sábado, 7 de julio de 2007
Sadako Sasaki - "Este es nuestro grito. Esta es nuestra plegaria. Paz en el mundo"
Esto me hace recordar el caso de la niña japonesa Sadako Sasaki, quien falleció a los 12 años victima de leucemia como consecuencia a la exposición de las radiaciones generadas por la explosión, ella tenía tan solo dos años en el momento de la explosión.
Sadako era una chica fuerte, atlética y con mucha energía, no se le veia afectada fisicamente por la bomba pero en 1954 mientras participaba en una carrera, comenzó a sentirse mal y cayó al suelo lo cual generó su hospitalización, donde le detectaron leucemia, la llamada "enfermedad de la bomba atómica".
Ya en el hospital una amiga suya llamada Chizuko Hamamoto le recordó una vieja historia japonesa sobre alguien que tras realizar mil grullas en forma de figuras de papel le sería concedido un deseo por los dioses. Chizuko le regaló la primera grulla que realizó en papel dorado y le dijo "aquí tienes tu primera grulla". En los meses siguientes Sadako se dedicó a realizar grullas de papel, con la esperanza de que los dioses le concedieran el deseo de volver a correr de nuevo.
Pero tras la muerte de un niño amigo suyo en el hospital, pensó que no sería justo pedir la curación sólo para ella, así que pidió que el esfuerzo que estaba haciendo sirviera para traer la paz y la curación a todas las víctimas del mundo. Por desgracia, el avance de la enfermedad le impidió alcanzar su objetivo, muriendo el 25 de octubre de 1955 tras 14 meses ingresada en el hospital. Con el papel de los indicaciones de las cajas de medicinas y otros que iba encontrando llegó a completar 644 grullas de papel.
Tras su muerte, sus compañeros de colegio se encargaron de completar el número de grullas que faltaban para llegar a las mil.
En 1958, en el Parque de la Paz de Hiroshima fue erigida una estatua en memoria de Sadako Sasaki y de todos los niños que murieron a causa de las bombas atómicas. Donde se muestra a Sadako en la parte superior sosteniendo una grulla dorada en su mano, y en la base está escrito:
La impactante historia de Sadako pronto traspasó los límites de Japón, convirtiendose en un referente del pacifismo en todo el mundo. Aun hoy, cada día llegan al monumento nuevas grullas realizadas por escolares de todo el mundo, todas con un mensaje de paz.
El 6 de agosto de 1990 se inaguró una estatua en bronce de Sadako Sasaki en el Parque de la Paz de Seattle (EEUU), conmerando el 45º aniversario de la tragedia.